Mi ruta del café
Mi historia con el café empezó cuando Starbucks llegó al Perú, siempre me había interesado ya que mi papá desde que tengo memoria siempre ha pedido café en restaurantes y sobre todo junto con el postre.
Empecé a trabajar en Starbucks cuando tenía dieciocho años, no me duró mucho la experiencia laboral ya que mi interés iba más allá de saborizantes y añadidos extras al café. Durante toda mi vida universitaria siempre tomaba café con leche para despertarme y lograr estudiar largas noches.
Cuando me fui a hacer un intercambio a Europa, empecé a disfrutar mucho el café negro, ya que un café con leche costaba 1.5 euros mientras un café negro costaba 1 euro, y ya saben, cuando viajas, todo ahorro es bienvenido. Al regresar a Perú empecé a interesarme más en el origen del café, cuáles eran los métodos disponibles y cómo podía sacar el máximo provecho a una taza de café. Fue ahí que me compré mi primera prensa francesa y empecé a comprar café en Arábica, en ese tiempo, uno de los únicos tostadores de café de especialidad.
Al mudarme a Canadá descubrí un mundo de café independiente, maravilloso y enorme. Al llegar no tenía muchos amigos ni muchas cosas que hacer ya que estaba desempleada y mi mayor afición era irme a distintas cafeterías, sentarme con un libro y disfrutar de un buen café. Dentro de ese ritual conversaba mucho con baristas que me contaban cosas muy interesantes del café, como orígenes, métodos y qué ocurre desde que siembras el café hasta que lo tomas.
Empecé a valorar muchísimo el trabajo que hay detrás de una taza de café, desde los productores, tostadores hasta los baristas, todo eslabón de la cadena pone mucho esfuerzo para que una taza de café sea impecable. Es aquí, donde me metí a un curso para ser barista, trabajé en una cafetería por un año y aprendí muchísimo sobre distintos métodos, espressos, filtros y otros. Trasladar esta experiencia a mi casa fue muy sencillo, todo lo que necesitaba era un buen café, un hervidor de agua y algún método de preferencia. En este caso, mi Chemex, ya después empecé a incursionar en Kalita y V60 para porciones pequeñas.
Está de más decir que tomo café todo el día, empiezo en la mañana con una taza de café en la cama, pongo mi despertador media hora antes para tener esos treinta minutos de reflexión y paz con una taza de café. Muchas veces tengo ansias de irme a dormir para aprovechar este momento al siguiente día. Mi segunda taza de café viene alrededor de las once de la mañana, cuando me doy cuenta que necesito un empujoncito hasta la hora de almuerzo aquí aprovecho para pararme de mi escritorio, estirar las piernas e irme a preparar un café. La tercera taza viene a eso de las tres de la tarde cuando llega ese cansancio después de almuerzo y sabes que ya falta poco para terminar de trabajar.
Para mí un café no es solo una bebida con cafeína, es un estilo de vida, es un momento de reflexión conmigo misma y con mí alrededor, es un hito a distintas horas del día que me permite poner los pies en la tierra y seguir caminando.