¿Si lo cambiamos por un café?
Recuerdo, cuando era chico, que mis desayunos estaban incompletos sin una buena taza de…leche con chocolate; calma, no consumo café desde niño, todo lo contrario. Me considero una persona de costumbres, como tal, no cambié mi desayuno hasta ser ya un adulto prácticamente. Rara vez en nuestra vida, nos sentamos a reflexionar en qué momento cambiaron nuestros hábitos y costumbres.
Actualmente, soy un emprendedor, trabajo día a día para cumplir un propósito personal a través de ayudar a otros a cumplir los suyos. Como se imaginarán, esto no siempre fue así. Sin ir muy lejos, al salir de la universidad, mi enfoque estaba en tener un trabajo que me ayude a solventar mi entretenimiento y gastos básicos, quizás ahorrar un poco para uno que otro viaje. Mi día a día consistía principalmente en despertarme temprano, a veces hacer ejercicio, ir al trabajo, tomar un café, trabajar, regresar a casa y ver televisión hasta la hora de dormir. ¿En qué momento cambió eso?
En el caso del café, ahora que lo pienso, durante la universidad existían ocasiones en las que tomaba uno que otro café, muy esporádicamente. Aún no me sentía un adulto, en parte me negaba a serlo, y no tomar un café al día era mi signo de rebeldía ante ello. Si tenía sueño, prefería tomar una Coca Cola helada, incluso en invierno. Es cuando entro a trabajar (y a subir de peso por la Coca Cola) que empiezo, de manera muy discreta, a considerar al café como una opción atractiva para sobrellevar mi día. No obstante, no me consideraba aún un consumidor propio de café.
En mi último trabajo, un compañero, gran amigo mío, y yo decidimos emprender juntos. Nos encantaba nuestra idea; sin embargo, por más ganas que tuviera, me costaba mucho dejar de lado mis costumbres. No estaba dispuesto a dejar de llegar a mi casa a ver tele, ocupar mis fines de semana en eventos sociales, y otras actividades mencionadas antes. Quería emprender, pero no me consideraba aún un emprendedor per se.
Mi cambio por completo al consumo de una taza de café diario se da cuando empiezo a aprender sobre café gracias a mi hermana. Cuando ella trae Narela a mi vida es que me doy cuenta de los beneficios y del verdadero sabor del café. Tal fue el cambio, que hoy me es impensable no consumir por lo menos una taza al día. No sé si eso sea positivo o no, la realidad es que mis hábitos cambiaron. Hoy disfruto mucho esa taza de café que me permite arrancar mi día activado.
Es escuchando un podcast que me doy cuenta de una gran oportunidad. Y más que una gran oportunidad de negocio, veo una gran oportunidad de generar impacto. Me fui volviendo más consciente sobre quién quiero ser y qué quiero hacer. Hoy me dedico prácticamente al 100% a esa idea y en el corto plazo no lo dejaría. No sé si sea la idea del millón, solo sé que mis hábitos cambiaron. Hoy disfruto mucho trabajando en ello, me permite empezar mi día motivado y con mucha ilusión.
Resulta interesante cómo dos experiencias tan distintas puedan tener tantas semejanzas. Y es que los cambios en la vida no siempre son voluntarios o de golpe. Muchas veces, cuando menos lo pensamos adoptamos otros hábitos o definimos otras costumbres que a su vez nos definen como personas. Desde empezar a tomar café hasta decidir emprender, debemos estar conscientes de que estos cambios sucederán y debemos estar dispuestos a adoptarlos.