Todo es mejor con olor a café
El café es mi vitamina preferida, mi fiel compañero que me inyecta energía diaria desde hace más de diez años cuando comencé a descubrir su variedades, su gama de sabores, y sobretodo su inconfundible olor. No dudo en todos los beneficios de tomar café, pero hay algo muy especial que me eclipsa de su olor. Ese olor a café que te mueve, te despierta, te pone de buen humor, que te hace sentir que puedes seguir y que todo va a estar mejor.
Un aroma con superpoderes que te traslada a otro mundo, a otra dimensión y es capaz de avivar hasta el más desalentado espíritu, en especial en estos días de incertidumbre. No importa si uno lo toma solo o acompañado, en las mañanas o en las tardes; ese olor siempre lo mejora todo, siempre lo alegra todo. La verdad es que no puedo imaginarme la vida, por lo menos una vez al día, sin esa fragancia tan estimulante.
Quizás sea también porque ese olor es el preámbulo de lo que será el sabor del café, las ansias con que uno espera tomarlo y la bendición que uno sabe que tendrá cuando lo haya disfrutado. Es verdad que los aromas pueden ser distintos según la variedad del café y el tipo de método que se utilice para prepararlo, pero también es verdad que es uno de los olores más reconocibles y agradables de todo el mundo. Y sin ánimo de hacer un “cherry” soy sincera al decir que Narela tiene ese olorcito que me despierta todos los sentidos, me levanta el ánimo, me espabila y me da el empujoncito para no rendirme.
Dicen que por el año trescientos, unas cabras de Etiopía descubrieron en un monte unos pequeños frutos rojos que al masticarlos las ponían alegres y vigorosas. Pues agradezco eternamente a esas cabras locas por darnos a conocer esta deliciosa bebida y su extraordinario olor.